“La condena a la argentina es terrible, vienen por su recursos naturales”
En afirmaciones impecables, la socióloga y economista especialista en sociología rural, Norma Giarraca, explicó en La Tijereta los alcances de las estrategias agroalimentarias a propósito del plan recientemente presentado por la presidente Cristina Fernández de Kirchner. Si bien admitió que las medidas contra los factores de poder no son sencillas, sostuvo que no ve voluntad política en la dirigencia nacional. Cuestionó en su crítica el desarrollismo, que no hay planificado un acceso a la alimentación para las poblaciones marginadas. "Es peor que la política de los '90. Porque los organismos o fábricas (privatizadas) se pueden recobrar, pero la tierra no se recupera", y sentenció que parece una neurosis del destino señalar que la tierra es recurso no renovable. Para Giarraca no es lo mismo hablar de "seguridad alimentaria que de soberanía alimentaria".
Entrevista a Norma Giarraca:
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Fuente: http://www.kalewchefm.org/noticias/la-tijereta/784-la-condena-a-la-argentina-es-terrible-vienen-por-su-recursos-naturales
Norma Giarracca: “El campo votó a Cristina porque le va muy bien”
Año 4. Edición número 171. Domingo 28 de agosto de 2011
Por Eduardo Anguita
eanguita@miradasalsur.com
La socióloga Norma Giarracca analiza las razones del apoyo del campo al Gobierno Nacional en las elecciones primarias y provinciales. Además, el rol de la Mesa de Enlace y el modelo sojero en la visión de la especialista.
Es absurdo asombrarse como hizo la sociedad, o al menos una buena parte de ella, por el masivo apoyo que expresó el campo hacia la Presidenta. Y digo que es absurdo porque, al fin y al cabo, sería lo mismo que interrogarse sobre las razones por las cuales los científicos votan a la Presidenta. La política agraria, como la científica, es una política de Estado que ha favorecido al sector desde el 2003”, dice Norma Giarracca, profesora de sociología rural en las Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires e investigadora del Instituto Gino Germani. Entrevstada en el programa Hoy más que nunca, que se emite por Radio Nacional, Giarracca admitió, sin embargo, que el enfrentamiento ocurrido durante 2008 y 2009 entre el sector agropecuario y el Gobierno Nacional resulta, todavía hoy, una coyuntura difícil de entender. “Sin duda, la situación le restó al Gobierno apoyo en las zonas rurales en las legislativas de 2009. No obstante, incluso en pleno conflicto, los productores reconocían que meses atrás habían votado por Cristina. ¿Por qué volvieron a votar al Gobierno en las elecciones de este año? Porque, realmente, tienen una serie de ventajas y les va muy bien”, aseguró la especialista. Entre las ventajas destacó la suba de los precios internacionales y la gestión del ministro de Agricultura, Julián Domínguez. “Supo ordenar la relación con el sector”, subrayó Giarracca.
–¿Y el rol de la Mesa de Enlace durante el conflicto?
–Un papel absurdo. Los dirigentes corporativos como Volando, Alchourrón o Bonetto, dejando de lado la etapa anterior al golpe del ’76 y la dictadura, hacían paros y tractorazos. Sin embargo, siempre dialogaban con el funcionario de turno sobre los problemas del sector. Esta vez, los señores de la Mesa de Enlace se convirtieron en algo así como sujetos políticos, aunque no lo son, y se vincularon con partidos políticos, con la Iglesia, el periodismo… Se los veía todos los días en la televisión y tomaron una dimensión que, como dirigentes, no tienen. Biolcati debió pensar que podía seguir dirigiendo la conducta de los productores. Le puedo asegurar, porque los conozco muy bien, que los productores tienen un sentido práctico del trabajo y de la vida. Les va bien y apoyaron al Gobierno que ellos consideran que los beneficia. Esa es la verdad.
–Si uno atraviesa cada familia por su historia, seguramente encontrará identidades partidarias. Pero esas identidades se diluyen a nivel sectorial. ¿Ocurre lo mismo en otros ámbitos sociales?
–Seguro. La cuestión de los partidos políticos, como entidad política fuerte de las personas o las familias, ha perdido peso. Hay nuevos reagrupamientos. Es cierto que había zonas de la pampa gringa donde el radicalismo tenía un fuerte arraigo, pero hace tiempo que no es así. Hay zonas de Tucumán, por ejemplo, que eran muy peronistas y, sin embargo, en determinados momentos no votaron al peronismo. La gente se está reagrupando políticamente. No digo que el factor económico sea el único, pero para el productor agrario es determinante. Lo que no vieron Biolcati y Buzzi es que al sector agrario le va muy bien. Alcanza con comparar la situación actual con la década del noventa. Digo esto sin estar totalmente de acuerdo con el modelo que se fomenta.
–¿Qué modelo es éste, en el cual predomina la soja y la expansión de la frontera agropecuaria detrás de la cual viene el desmonte? Algunos hablan de oligarquía…
–Lo que algunos llaman oligarquía, lo que tradicionalmente se agrupa en la Sociedad Rural Argentina, no creo que haya votado a Cristina. Ése sí es un voto ideológico. No creo que los amigos de Biolcati, que son pocos, porque la Sociedad Rural Argentina tiene unos dos mil socios, la hayan votado. Los que sí votaron a Cristina son los llamados nuevos sujetos; es decir: los grandes terratenientes concentrados que, generalmente, trabajan en pooles de siembra. Creo, aunque no podría asegurarlo, que esta gente tiene un comportamiento de capitalista avanzado. Vota por sus intereses. No dudan en darse vuelta si sus intereses están mínimanente amenazados. Son los que durante el conflicto estuvieron callados. Lo que a todos nos asombró fue la posición de la Federación Agraria. En lo personal quedé tan asombrada que pusimos gente becada a estudiar los cambios dentro de las bases de Federación Agraria para entender el fenómeno….
–Volvamos al tema del modelo…
–Tengo críticas. Espero que después del fuerte apoyo político que recibió, el Gobierno se meta en esta cuestión. Pero no de la manera en que lo hizo en 2008. Entiendo que hay que ir limitando el modelo, saliendo del modelo… Se necesita una ingeniería política muy habilidosa para las producciones que no están atadas al modelo sojero. Es la única forma de parar la expansión indiscriminada de la frontera y terminar sus efectos negativos. Le dejo un dato: Monsanto está por sacar al mercado una semilla que necesita menos de 400 milímetros de lluvia. Me parece que es ahí donde hay que dar con una política alternativa.
http://sur.elargentino.com/
Norma Giarracca: "Hay que salir del modelo extractivista"
En el Día de la Lucha Campesina, ComAmbiental comparte esta entrevista a la socióloga Norma Giarracca, una referente de los estudios rurales de la Argentina, y también de Méjico, que constituye la arista académica muy cerca de los que ponen el cuerpo.
ENTREVISTA DEL MES
Por Pamela Sioya
Las claves para el pensamiento actual: ecología política y feminismo.
Foto: Miguel Teubal
Su aporte no afecta solamente al complejo agrario. Giarracca fue una de las primeras intelectuales en detectar la conexión entre el agronegocio de la soja transgénica y la megaminería contaminante: se trata de un modelo económico extractivista de recursos naturales. Con esta clave analizó qué pasará de cara a las elecciones de octubre. ¿Puede cambiar el rumbo del país?
Cuatro décadas, varios paradigmas, mucho por hacer. De 1969 a 1976, trabajó en el Ministerio de Agricultura, en la Dirección de Economía y Sociología Rural desde donde estudió distintos complejos agrícolas por dentro, lo que permitió delinear políticas públicas agrarias trascendentales a partir de la experiencia de los dos primeros gobiernos de Juan D. Perón.
La Dictadura de 1976 la exilió a España, siguió estudiando en Inglaterra y luego se radicó en Méjico donde sus investigaciones de posgrado mostraron en detalle la realidad de aquel país sobre el complejo agroindustrial tabacalero, de las especias y del cacao, entre otros.
Su aporte fue también teórico porque rompió con el pensamiento binario “total dominación-total subordinación”, demostrando que todos los actores tienen capacidad de organización para negociar mejoras en el contrato agroindustrial –incluso el hasta entonces subestimado “pobre campesino”.
Con el regreso de la democracia a la Argentina, colaboró en el armado de las Ciencias Sociales del CONICET y creó la cátedra de Sociología Rural y el Grupo de Investigación de Estudios Rurales en CEPA y luego trasladó a la UBA –que este año cumplió su 25° aniversario.
En este periodo contemporáneo, la soja transgénica no es una forma de producción más sino que reconfiguró la forma de vida en el campo y en la ciudad, la alimentación, la administración de tierras, las luchas campesinas e indígenas, las políticas públicas y los mecanismos económicos.
Su último libro, coordinado con Miguel Teubal, se titula "Del paro agrario a las elecciones del 2009" (Editorial Antropofagia), donde demuestra que la discusión entre "El Campo" y "El Gobierno" no se centró en el modelo agrario vigente. Este fue uno de los disparadores de la charla, porque entre los actores en disputa, casi no se tuvo en cuenta el representado por el movimiento campesino, como Vía Campesina, que habla de soberanía alimentaria, en vez de agronegocios.
Reflexiones, por Norma Giarracca
“¿Cuándo pasamos a la minería, es decir, de la Tierra a los Recursos Naturales? Después del 2001 y 2002 para nosotros estaba claro que iba a haber un cambio en el modelo neoliberal tanto en la Argentina como en el resto de América Latina donde la etapa de la especulación financiera y del FMI estaba terminando y la nueva etapa que estaba comenzando iba a tener a los recursos naturales en el centro de la escena.
Con Miguel, fuimos los primeros en ver que todo estaba conectado y caracterizar a la producción sojera como una producción del agronegocio y caracterizar muy rigurosamente al agronegocio como una actividad extractiva, con la importancia de las rentas, poniendo –creo- nuestro granito de arena en el estudio de las problemáticas que están dándose en este momento.
Para mí una izquierda política que apoye la soja no es posible. Se llegó a este modelo con políticas públicas y cooptación de distintos gobiernos –con decirte que la aceptación de la semilla transgénica tiene toda la parte de fundamentación en inglés arrancada de formas de Monsanto, lo que indica una connivencia de la transnacional con la Secretaría de Agricultura encabezada entonces por Felipe Solá.
Salir de esto también necesita una ingeniería tecnológica, política, social para volver a una agricultura de alimentos, que no perjudique a los pequeños productores que entraron a la soja porque se les marcaba que esa era la única opción para no salir de la producción.
Es más fácil salir de la minería porque no han entrado tanto todavía, son proyectos, que salir de la agricultura donde tenés actores argentinos territorializados que están en producción que no hay que confundir con Monsanto.Hay que salir del modelo extractivista, no se puede salir de la minería y no salir del agronegocio; es una incoherencia total.
En toda América Latina, quienes pelearon esta cuestión como las Asambleas constituyentes de Bolivia y Ecuador están demostrando que este modelo extractivo no va con la democracia ni va con la distribución de los ingresos.El grave problema de la ciencia hoy es la colonización por parte del capital transnacional porque perdió el diálogo con el pensamiento social crítico de esta época. Hay innovación tecnológica pero en función del capital, no del vivir bien de la humanidad. Cuando sí hay diálogo es cuando los científicos cambian, a veces tan radicalmente que se convierten en ecólogos y tampoco sirve. Necesitamos físicos, biólogos, químicos, geólogos que lo sigan siendo pero en diálogo con el pensamiento social crítico. Un ejemplo es Andrés Carrasco.
Los partidos de izquierda de los años ’50 hoy son reaccionarios: desarrollo de la fuerza productiva, no relación con la naturaleza. La culpa no la tiene la gente que generó esos pensamientos porque los generó para el siglo XIX, no para el 2000. Esos colegas están muy atrasados. El pensamiento crítico hoy no puede desconocer dos epistemologías fundamentales para el cambio de los paradigmas:la ecología política y el feminismo. Boa Venturas Souza Santos habla de los pasajes paradigmáticos, estamos en pasajes de paradigmas epistemológicos y societarios."
¿Cómo ve el panorama electoral 2011?
"Tengo la impresión de que es un país que ha sufrido mucho los golpes económicos, con o sin golpes políticos. Es una población que cuando ve cierta condición de estabilidad económica y crecimiento –que no hay duda de que la hay- mantiene su adhesión. Además, creo que Cristina ha hecho cosas muy importantes en estos 8 años en la expansión de derechos humanos y sociales (matrimonio igualitario, salud reproductiva, sexualidad, asignación universal por hijo) que ha tocado a sectores medios y populares lo que hace que tenga apoyo.
¿Qué es lo que no nos gusta de Cristina? Es su modelo económico extractivo. Ella es una militante de ese modelo, ofreciendo en sus giras internacionales litio, oro, cobre, la tierra. Después se vienen los árabes al Chaco, los chinos a Río Negro. Creo que es una actitud totalmente equivocada o cómplice con la geopolítica internacional.
Este modelo extractivo tiene un anclaje con los sectores populares que es el excedente. Ellos dicen “con el excedente de la soja, el impuesto a la minería… vamos a redistribuir” y las poblaciones creen que si no tuviésemos este modelo no habría excedente para redistribuir, tanto acá como en Bolivia o Ecuador. Zavaleta, un gran pensador de Bolivia, hablaba del mito del excedente, en eso crean redes hegemónicas que contienen a los sectores populares. No veo ningún discurso opositor capaz de desactivar este discurso.
No sería salir del capitalismo. Hay países en el mundo que dicen No al saqueo de sus recursos naturales, lo hizo Costa Rica, Panamá. Ecuador está pensando qué hacer con el petróleo. Volver a la agricultura de alimentos sanos que van a valer cada vez más. El problema es el neoliberalismo.
¿Qué tiene la oposición? Pino Solanas dice tomemos todo el excedente, como Bolivia. ¿Pero entonces va a seguir con la minería? Para eso que lo haga Ella que quizá va a tener más poder que un gobierno que llegue todo con alianzas.
[Esto puede tomarse como un consejo o una advertencia en la línea de la crítica a Solanas cuando visitó ExpoAgro. Pero también como publicamos en ComAmbiental, en su momento respondió a un artículo de Mempo Giardinelli, diciendo: "Me molestó que cuando nombrara las opciones a CK, todos eran igual devastadores y no nombra a Pino, la excepción". También estuvo presente en la audiencia en la que se propuso la ley para prohibir la minería contaminante.].
Ella no lo va a hacer. Hay una gran tensión porque está Gioja que recibe el excedente por sus propios negocios pero está la gobernadora electa de Catamarca que habló de cómo tomar más excedente de la minería. En el próximo gobierno de Cristina –que todo indica que gana- puede haber una discusión en ese sentido. Cuando el gobierno abrió un poquitito la puerta con la Ley de Glaciares a través de Filmus –que tiene conexión con nosotros- salió una buena Ley de Glaciares; pero esa puerta raras veces se abre."
De todas formas. "Hay que llevar los adelantos en los derechos humanos a los derechos socio-ambientales.
Como dice Ernesto Laclau: “no hay séptimo día de descanso”. En la pelea por una sociedad más democrática, de bienes comunes, la del buen vivir, hay que trabajar, trabajar, trabajar."
Aclaración: El texto incorporado entre corchetes es un comentario editorial. Se agregó también un artículo publicado en Página/12 por Giarracca sobre ExpoAgro.
Ver también:
Sección de Agricultura de ComAmbiental.
Entrevistas del Mes:
Marzo: Javier Rodríguez Pardo: “Hay que pasar de la resistencia a la rebelión”
Febrero: Patricio Schwanek: "La ciudadanía no puede desentenderse"
Enero: Darío Aranda: "Van a seguir avanzando sobre nuestros territorios"
Entrevista a Norma Giarracca, socióloga rural: “La soja arrincona y violenta al campesino”
agosto 25, 2009 12:43 pm Redaf Comunidades Aborígenes, Conflicto Tierra,Entrevista, Monocultivos, Organizaciones Campesinas, Soja
El auge de los agronegocios motivó un movimiento de resistencia de las comunidades campesinas en defensa de su tierra. Un conflicto que involucra los modos de producción, los recursos naturales y los derechos de los pueblos.
Fuente: Diario Crítica
Norma Giarracca y Miguel Teubal, socióloga y economista, especialistas ambos en sociología rural, acaban de publicar las anotaciones, los borradores frescos de un gran trabajo de investigación sobre el campesinado en América Latina. “La tierra es nuestra, tuya y de aquel…”, se llama el libro, como la vieja canción de Daniel Viglietti, y recoge los relatos de hombres y mujeres en Guatemala, México, Brasil, Venezuela y también en la Argentina, donde se multiplican los movimientos que enfrentan y sufren las consecuencias del auge de los agronegocios. En una entrevista con Crítica de la Argentina, Giarracca define el conflicto entre el avance de la agroindustria y los campesinos.
–¿Qué características tienen los nuevos movimientos que ustedes llaman “antiagricultura industrial”?
–Las comunidades indígenas y campesinas, si bien presentan diferencias entre ellas, comparten un sentido parecido en relación con la tierra, los recursos naturales y el trabajo familiar, que las distinguen claramente de una explotación que sigue la lógica capitalista.
Durante mucho tiempo, los agentes modernizadores buscaron integrar estos territorios indígenas o campesinos a través de los famosos programas de desarrollo. El objetivo era romper con las lógicas propias de estas comunidades e integrarlas al mercado. A través del siglo XX la experiencia fue –digámoslo claramente– nefasta. Al gran capital agrario nunca le interesó la presencia de la pequeña agricultura capitalista porque representa un escollo a su expansión.
–¿El fracaso de los planes de desarrollo les dio fuerza, entonces, a estos movimientos?
–Esta memoria de fracasos acumulados en América Latina, Asia, África, más el carácter devastador del capitalismo neoliberal de los últimos 35 años, han conducido a los sectores campesinos de América Latina y del mundo a que se opongan al avance de estos modelos. Pero es necesario tener en cuenta otro elemento: lo que se hace con el suelo, el aire, el agua, los bosques, la salud humana, ha llevado a que una buena parte de la humanidad revalorizara a esas poblaciones que, desde hace siglos, producen alimentos sanos, sin agroquímicos, cuidando los recursos. Se debe tener en cuenta que el 80% de los recursos con que cuenta la humanidad para su futuro están localizados en zonas de campesinos e indígenas.
–¿Por qué cree que estas luchas se convierten en luchas políticas?
–Porque los avances del agronegocio amenazan a estas comunidades pero también amenazan los recursos naturales, que son bienes comunes, por eso las luchas campesinas e indígenas tienen ese sentido universalizador que las hace una lucha política.
–¿Cómo son los casos argentinos? ¿Tienen relación con la política partidaria?
–La Argentina, un país con fuerte vocación de modernización capitalista, con fuerte impronta de “modernidad periférica”, invisibilizó su pasado indígena culturalmente. Y a los campesinos se los trataba como “minifundistas”. Todo el empeño se centraba en ver cómo se los convertía en pequeños capitalistas modernos y eficientes. Lo que sucede en la Argentina desde fines de los ochenta es que estas poblaciones no se resignan a migrar a las grandes ciudades y dan la lucha por sus tierras. Por primera vez se identifican como “campesinos”. En estos últimos tiempos hemos visto aparecer organizaciones de campesinos por todo el país, buscando aprendizajes legales para mantener sus tierras amenazadas por el agronegocio, buscando modos de producir y comercializar que incorporen novedades. Y los resultados son variados y muy significativos. En el libro aparecen referentes de dos organizaciones, la pionera de Santiago del Estero y otra de Mendoza, pero hay muchas más, ahora federadas en distintos espacios. En general, los movimientos son autónomos de los partidos políticos.
–¿Cómo puede relacionárselos con el largo conflicto rural que se inició en marzo de 2008?
–La presencia campesina e indígena durante el conflicto fue muy interesante. Fíjense que no hubo presencia de sectores populares urbanos, quienes estuvieron callados y sin voz. Los campesinos e indígenas no sólo estuvieron atentos sino que sacaron varias declaraciones públicas que salieron en periódicos nacionales. Por supuesto formularon duras críticas al modelo sojero y a sus actores, que en Chaco, Santiago del Estero, son quienes los arrinconan, violentan, etc. Muchas organizaciones que estaban en Federación Agraria Argentina se fueron y formaron una organización cobijada por el Gobierno. Pero surgieron otros, que no están ni con el modelo ni con el Gobierno.
El auge de los agronegocios motivó un movimiento de resistencia de las comunidades campesinas en defensa de su tierra. Un conflicto que involucra los modos de producción, los recursos naturales y los derechos de los pueblos.
Fuente: Diario Crítica
Norma Giarracca y Miguel Teubal, socióloga y economista, especialistas ambos en sociología rural, acaban de publicar las anotaciones, los borradores frescos de un gran trabajo de investigación sobre el campesinado en América Latina. “La tierra es nuestra, tuya y de aquel…”, se llama el libro, como la vieja canción de Daniel Viglietti, y recoge los relatos de hombres y mujeres en Guatemala, México, Brasil, Venezuela y también en la Argentina, donde se multiplican los movimientos que enfrentan y sufren las consecuencias del auge de los agronegocios. En una entrevista con Crítica de la Argentina, Giarracca define el conflicto entre el avance de la agroindustria y los campesinos.
–¿Qué características tienen los nuevos movimientos que ustedes llaman “antiagricultura industrial”?
–Las comunidades indígenas y campesinas, si bien presentan diferencias entre ellas, comparten un sentido parecido en relación con la tierra, los recursos naturales y el trabajo familiar, que las distinguen claramente de una explotación que sigue la lógica capitalista.
Durante mucho tiempo, los agentes modernizadores buscaron integrar estos territorios indígenas o campesinos a través de los famosos programas de desarrollo. El objetivo era romper con las lógicas propias de estas comunidades e integrarlas al mercado. A través del siglo XX la experiencia fue –digámoslo claramente– nefasta. Al gran capital agrario nunca le interesó la presencia de la pequeña agricultura capitalista porque representa un escollo a su expansión.
–¿El fracaso de los planes de desarrollo les dio fuerza, entonces, a estos movimientos?
–Esta memoria de fracasos acumulados en América Latina, Asia, África, más el carácter devastador del capitalismo neoliberal de los últimos 35 años, han conducido a los sectores campesinos de América Latina y del mundo a que se opongan al avance de estos modelos. Pero es necesario tener en cuenta otro elemento: lo que se hace con el suelo, el aire, el agua, los bosques, la salud humana, ha llevado a que una buena parte de la humanidad revalorizara a esas poblaciones que, desde hace siglos, producen alimentos sanos, sin agroquímicos, cuidando los recursos. Se debe tener en cuenta que el 80% de los recursos con que cuenta la humanidad para su futuro están localizados en zonas de campesinos e indígenas.
–¿Por qué cree que estas luchas se convierten en luchas políticas?
–Porque los avances del agronegocio amenazan a estas comunidades pero también amenazan los recursos naturales, que son bienes comunes, por eso las luchas campesinas e indígenas tienen ese sentido universalizador que las hace una lucha política.
–¿Cómo son los casos argentinos? ¿Tienen relación con la política partidaria?
–La Argentina, un país con fuerte vocación de modernización capitalista, con fuerte impronta de “modernidad periférica”, invisibilizó su pasado indígena culturalmente. Y a los campesinos se los trataba como “minifundistas”. Todo el empeño se centraba en ver cómo se los convertía en pequeños capitalistas modernos y eficientes. Lo que sucede en la Argentina desde fines de los ochenta es que estas poblaciones no se resignan a migrar a las grandes ciudades y dan la lucha por sus tierras. Por primera vez se identifican como “campesinos”. En estos últimos tiempos hemos visto aparecer organizaciones de campesinos por todo el país, buscando aprendizajes legales para mantener sus tierras amenazadas por el agronegocio, buscando modos de producir y comercializar que incorporen novedades. Y los resultados son variados y muy significativos. En el libro aparecen referentes de dos organizaciones, la pionera de Santiago del Estero y otra de Mendoza, pero hay muchas más, ahora federadas en distintos espacios. En general, los movimientos son autónomos de los partidos políticos.
–¿Cómo puede relacionárselos con el largo conflicto rural que se inició en marzo de 2008?
–La presencia campesina e indígena durante el conflicto fue muy interesante. Fíjense que no hubo presencia de sectores populares urbanos, quienes estuvieron callados y sin voz. Los campesinos e indígenas no sólo estuvieron atentos sino que sacaron varias declaraciones públicas que salieron en periódicos nacionales. Por supuesto formularon duras críticas al modelo sojero y a sus actores, que en Chaco, Santiago del Estero, son quienes los arrinconan, violentan, etc. Muchas organizaciones que estaban en Federación Agraria Argentina se fueron y formaron una organización cobijada por el Gobierno. Pero surgieron otros, que no están ni con el modelo ni con el Gobierno.
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