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7 de agosto de 2016

¿Están los intereses de la industria química por delante de la vida de las personas?

“Piensen en cuantos puestos de trabajo relacionados con la salud estamos creando”

Publicado: Martes, 26 Julio 2016 20:41 | Por: Truthout |

"A menos que la carga ambiental de hormonas sintéticas sea disminuida y controlada, una disfunción de la población a gran escala es posible." Declaración de Wingspread, 1991

La UE todavía no ha regulado el uso de los disruptores endocrinos (EDC), sustancias químicas con efectos colosales en la salud utilizados en muchos productos de consumo común. Sin embargo, los EDC son la fuente de muchos trastornos: defectos congénitos, cáncer, obesidad... Este retraso en su regulación, que acaba de ser condenado por la justicia europea, no se debe para nada a la casualidad. La industria química -fabricantes de pesticidas y plásticos- está presionando intensamente y obstaculiza cualquier avance normativo serio. La periodista Stéphane Horel descifra lo que está pasando en su libro Poisoning, the Lobby and Its Objectives (El envenenamiento, el Lobby y sus objetivo).
La entrevistamos a continuación

Su investigación cubre la regulación de los EDC, estas sustancias químicas omnipresentes en nuestra vida cotidiana y se sospecha que contribuyen a la explosión de las enfermedades modernas. ¿Cuál es el estado de la cuestión?

Los EDC son sustancias químicas que pueden interactuar con el sistema hormonal (endocrino significa hormonal).Estas sustancias no sólo afectan a los seres humanos sino también animales, como los osos polares, los gatos o los caracoles. Se ven afectadas varias categorías de seres vivos.La exposición del feto durante el embarazo presenta el mayor riesgo, a pesar de que la exposición sigue siendo problemática en otros períodos de la vida.La vida intrauterina es realmente un momento crucial, ya que son las hormonas las que hacen los bebés.Los efectos de la exposición en ese momento pueden ser visibles al nacer, con, por ejemplo, anomalías genitales inducidas químicamente, pero también 20 o 30 años más tarde, con la aparición de cáncer, diabetes, obesidad o problemas de infertilidad.


Los EDC están presentes en miles de objetos de uso cotidiano: desde los anillos de cortina de ducha a sofás y juguetes, pero también en bolsas de transfusión de sangre y catéteres. La mayoría de estos productos tienen una utilidad real: los ftalatos, por ejemplo, son EDC que suavizan plástico. Y el bisfenol A (BPA), uno de los más conocidos EDC, permite la fabricación de un forro dentro de latas para reducir la velocidad de corrosión del metal. En la actualidad, nadie ha encontrado un equivalente que sea tan eficaz a largo plazo. Es imposible hacer un inventario de todos los lugares donde se encuentran los EDC.Todos los sectores de la industria están involucrados.En la sangre, en la leche materna, en el aire, en el polvo, en la lluvia – los EDC están presentes en todas partes.Se estima que hay alrededor de 1.000 en circulación en el mundo, pero podría haber muchos más.

El reglamento europeo está en el proceso de planificación, pero los científicos nos alertaron sobre el problema con los EDC hace casi 25 años. ¿Por qué ha habido tanto retraso?

El momento Eureka para los científicos preocupados por los EDC fue 1991. Ese año, cerca de 20 científicos -toxicólogos, zoólogos, biólogos y endocrinólogos- se reunieron en un pequeño pueblo de Wisconsin, en los EEUU. Durante un seminario de tres días, estos científicos redactaron lo que se llamaría la Declaracion de Wingspread, el nombre del centro de conferencias donde se realizó el seminario. Esta declaración se lamenta por las alteraciones del desarrollo provocadas por los productos químicos. Los científicos hacen hincapié en los riesgos resultantes de la exposición intraútero, y ponen en duda la ecuación toxicológica que dice que la dosis hace el veneno. Para los EDC es más el tiempo el que hace el veneno. La Declaración de Wingspread también advierte: "A menos que la carga ambiental de hormonas sintéticas sea disminuida y controlada, una disfunción de la población a gran escala es posible."

Desde entonces, ha habido miles de publicaciones científicas que demuestran que estos productos suponen un problema. En la actualidad existe un consenso sobre su peligro. En 2013, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un informe producido por unos 20 científicos de todo el mundo, todos ellos especialistas en EDC. Este informe insiste en el hecho de que los EDC representan "una amenaza global". En 2009, y despues de nuevo en 2015, la organización académica de la Sociedad de Endocrinología dijo lo mismo. Hace sólo unas semanas, la Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia exigía la regulación de los EDC, en alusión a "bebes pre-contaminados"

¿Qué industrias que utilizan EDC han organizado el lobby dirigido a dinamitar el plan para la regulación europea?

Son muy numerosas, dada la gran profusión de uso de los EDC. Para ejercer presión, las industrias se unen. En primer lugar está la industria química (el Consejo Europeo de la Industria Química o CEFIC), que es uno de los más poderosos en Bruselas, con 150 empleados y un presupuesto de 40 millones de euros. Este lobby reúne a pequeñas y medianas empresas, pero sobre todo a las grandes multinacionales como BASF, Syngenta, Bayer, Dow Chemical y DuPont. También está el lobby de la industria de pesticidas ( ECPA , que por otra parte es también parte de CEFIC), industrias que están en la primera línea si hay una regulación de EDC. Por último, está la industria del plástico, y, en menor medida, Cosmetics Europe.


Entre las maniobras utilizadas por estos grupos de presión para bloquear cualquier regulación, te has topado con las estrategias de la duda y la negación, empleadas por primera vez por el lobby del tabaco?

¡En efecto! Para los EDC, la primera "fabricación de duda" se llevó a cabo en 2012, tras la publicación del informe sobre el Estado de la Ciencia acerca de los EDCsolicitado por la Comisión Europea, una revisión del estado de la ciencia elaborada por el equipo del profesor Andreas Kortenkamp. Él es uno de los principales especialistas mundiales sobre EDC, independiente de la industria. Este informe concluye que "los EDC justifican un tratamiento igual que el que se aplica a sustancias tan preocupantes como carcinógenos, mutágenos y tóxicos para la reproducción, así como a productos tóxicos persistentes y bioacumulativos."

Su informe fue atacado de inmediato en la literatura científica.Pero esa crítica fue financiada por el lobby químico estadounidense.Fue escrito por dos empleados de Gradient Corporation -una empresa de consultores especializados que trabaja exclusivamente para la industria- y por científicos que trabajan en las industrias química y de pesticidas.Sus reproches son esencialmente metodológicos.Los autores le recriminan por omisiones de referencias y por la elección de términos, hilan muy fino acerca de detalles de escasa importancia.Es una verdadera operación de "lavado de la ciencia" que tiene como objetivo crear la ilusión de que hay una controversia científica.Ese enfoque es más presentable que abordar directamente el impacto en los negocios.La industria de los plaguicidas ha tratado de desacreditar a Andreas Kortenkamp mediante el envío de correos electrónicos a la Comisión a raíz de las declaraciones que hizo a la prensa británica.

¿Qué proponen las empresas para hacer frente al gran problema de salud pública que sus productos han creado?

La industria química ha perfeccionado un truco: sugieren tratar solo con los productos con los efectos más potentes. Eso es un engaño; se deshacen de los llamados “más peligrosos” y dejan todos los demás. Pero eso no tiene ninguna base científica, ya que los EDC pueden tener efectos a dosis muy bajas. Su toxicidad es tal que no es posible establecer una dosis por debajo de la cual no son peligrosos.Por otra parte, las personas están expuestas a docenas de EDC de forma simultánea.Un estudio en EEUU muestra que, de media, hay 43 EDC en cada mujer embarazada.¡Cuarenta y tres!¿Cuál es el resultado de la exposición a estos cócteles?


Es sobre todo a causa de estos hechos que la idea de "potencia" no tiene ningún sentido.Lo que no ha impedido a la Comisión considerarla como una cuestión válida!La Dirección General de Medio Ambiente de la Comisión, a quien se le había confiado el trabajo preliminar sobre la definición de los EDC, ha sido eliminada después de cuatro años de trabajo. Esto revela una grave disfunción de Europa. Son relegados tras cuatro años de trabajo simplemente porque las conclusiones desagradan a la industria.

Además de arrojar dudas sobre los estudios científicos independientes, los fabricantes atacan el principio de precaución...

En Europa, el principio de precaución está inscrito en los textos y tiene fuerza de ley, a pesar de que no exista una definición precisa. Para el TTIP [Tratado Transatlántico de Comercio e Inversión] es un principio que prohíbe ciertos compromisos, en particular con respecto a la regulación química. Se trata de nuestra única carta ética contra el todopoderoso mercado libre. Y esa es la razón por la que los fabricantes estadounidenses están decididos a hacerlo desaparecer durante estas negociaciones. Un grupo de reflexión financiado por empresas de la industria del tabaco, de químicos y de pesticidas, así como por las empresas petroleras, está tratando de sustituirlo por un "principio de la innovación." El principio de precaución está inscrito en la Carta Constitucional de Medio Ambiente en Francia, y también ha habido intentos de su eliminación aquí. En octubre de 2014, el miembro de la Asamblea Nacional UMP, Eric Woerth, presentó un proyecto de ley para la sustitución del principio de precaución con el "principio de la innovación responsable". ¿No sabía que la idea vino de un oscuro grupo de reflexión oscura fundado y dirigido por el fabricante de Lucky Strike?

Un año antes, una carta firmada por 56 científicos de todo el mundo fue enviada a Anne Glover, principal asesor científico del presidente de la Comisión Europea en aquel momento, José Manuel Barroso.En esta carta, los científicos se lamentaban de los criterios de los EDC que la DG de Medio Ambiente había resuelto.Cabe destacar que maltrataban el criterio de precaución.Esa carta, junto con la publicación de editoriales en cerca de 15 revistas científicas, está lleno de generalizaciones.Pero, sin embargo, sirvió de coartada a la Comisión para detener el proceso de regulación de los EDC.He documentado que la gran mayoría de los científicos que firman esa carta están afiliados con la industria.

¿Por qué son los responsables políticos tan receptivos a esta presión?

Es sorprendente observar que los grupos de presión cuentan con un apoyo tan grande de los tomadores de decisiones. Hay varios factores que lo explican. En Bruselas las relaciones de poder son tales que el interés público está en minoría. La aplastante mayoría de los grupos de interés pertenece a los intereses comerciales. El diálogo con las partes interesadas, es decir, fabricantes, sustituye el debate democrático. Hay una proximidad muy importante entre el mundo de los responsables políticos y el mundo empresarial. Por otra parte, Bruselas permite una verdadera proximidad geográfica. Todo el mundo trabaja en el mismo lugar y se encuentran unos con otros en el curso normal de los acontecimientos en la burbuja de Bruselas. También hay una ausencia sorprendente de formación. Los mecanismos de presión y persuasión son ahora entendidos y bien documentados. Pero los burócratas europeos y los funcionarios elegidos no tienen formación.

En las instituciones públicas europeas hay una gran confusión entre el interés general y los intereses de las grandes empresas. Para justificar el retraso de dos años más allá de la fecha límite en su obligación de regular EDC, la Comisión está llevando a cabo un estudio de impacto: Se medirá el impacto negativo de una prohibición de los EDC sobre la economía y los negocios, pero no los efectos positivos de tales la prohibición de la salud y el medio ambiente!La vida de las personas han llegado a gozar de menos prioridad que la buena salud de las empresas.



28 de agosto de 2012

Relación entre el Roundup y los defectos congénitos



Investigaciones del profesor Andrés Carrasco que muestran relación entre el Roundup y los defectos congénitos

Andrés Carrasco.- Científico argentino que es autor de un reciente informe titulado “Soja transgénica: ¿sostenible?¿responsable?”. Su investigación publicada en agosto de 2010 encontró que el glifosato causaba malformaciones en las ranas y embriones de pollo en dosis muy por debajo de las utilizadas en la práctica agrícola. Carrasco es director del Laboratorio de Embriología Molecular de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires e Investigador del Consejo Nacional de Investigación Técnica (CONICET), Argentina. En su trabajo de Investigación, publicado en la revista científica Chemical Research in Toxicology, Carrasco extrapola directamente estos resultados a los seres humanos, vinculando el uso de Roundup en los cultivos de soja transgénica RR.

“Lo que sucede en Argentina es casi un experimento masivo”

Hace dos semanas denunció en Página/12 los efectos devastadores del compuesto herbicida sobre los embriones humanos. Esperaba una reacción, “pero no tan violenta”: fue amenazado, le armaron una campaña de desprestigio y hasta afirmaron que sus investigaciones no existían. Carrasco contesta y renueva sus cargos contra las multinacionales químicas.
Por Darío Aranda
Amenazas anónimas, campaña de desprestigio mediáticas y presiones políticas fueron algunas de las consecuencias de un doble pecado, investigar los efectos sanitarios del modelo agropecuario y, más grave aún, animarse a difundirlos. En el segundo piso de la Facultad de Medicina de la UBA trabaja Andrés Carrasco, profesor de embriología, investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y director del Laboratorio de Embriología Molecular. Con treinta años de trabajo científico y académico, confirmó hace veinte días el efecto letal del glifosato en embriones, cuya marca comercial más famosa es Roundup, de la multinacional Monsanto. Sabía que vendría una réplica del sector, pero no esperaba que fuera de un calibre tan alto. “No descubrí nada nuevo. Sólo confirmé lo que otros científicos descubrieron”, explica, en su oficina pequeña y luminosa. Pasaron dos semanas complejas, con una campaña de desprestigio que aún no termina. Prefirió el silencio y avanzar en nuevas pruebas. Hasta que pusieron en duda la existencia de su investigación. “Creen que pueden ensuciar fácilmente treinta años de carrera. Son hipócritas, cipayos de las corporaciones, pero tienen miedo. Saben que no pueden tapar el sol con la mano. Hay pruebas científicas y, sobre todo, hay centenares de pueblos que son la prueba viva de la emergencia sanitaria.”
Veinte días atrás, cuando este diario difundió su investigación, ninguna empresa ni medio del sector retomó el tema. Pero tres días después se conoció otro hecho, inesperado: la Asociación de Abogados Ambientalistas presentó un amparo ante la Corte Suprema de Justicia, por el cual solicitó la prohibición de uso y venta hasta tanto no se investiguen sus efectos en la salud y el ambiente. Las empresas encendieron luces amarillas y comenzaron con comunicados, alarmadas por la posible baja de rentabilidad. Cinco días después, el lunes 20, el Ministerio de Defensa prohibió la siembra de soja en sus campos, haciéndose eco del efecto nocivo del agrotóxico. Fue un hecho político inédito, una cartera nacional alertó sobre los males de los agroquímicos. En ese momento, empresas, cámaras del sector, medios de comunicación y operadores políticos declararon el alerta máxima. Nunca antes las multinacionales del agro y sus voceros habían reaccionado tan violentamente. Durante toda la semana montaron una campaña en defensa de los agrotóxicos y, al mismo tiempo, de desprestigio hacia las voces críticas. El temor de los sostenedores de los agronegocios es la prohibición de su agrotóxico más famoso, uno de los químicos emblema del modelo agropecuario actual.
Glifosato, toxicidad y reacciones
¿Esperaba una reacción como la que se dio?
No. Fue una reacción violenta, desmedida y sucia. Sobre todo porque no descubrí nada nuevo, sólo confirmé algo a lo que otros habían llegado por otros caminos. Por eso no entiendo por qué tanto revuelo de las empresas. Hay que recordar que el origen del trabajo se remonta a contactos con comunidades víctimas del uso de agroquímicos. Ellas son la prueba más irrefutable de lo que yo investigué con un sistema y modelo experimental con el trabajo de hace 30 años, y con el cual confirmé que el glifosato es devastador en embriones anfibios; aun en dosis muy por debajo de las usadas en agricultura, ocasiona diversas y numerosas deformaciones.
¿Los resultados son extrapolables a la salud humana?
Los modelos animales de vertebrados que hoy se usan en la investigación embriológica tienen una mecánica del desarrollo embrionario temprano y una regulación genética común. Los resultados deben ser considerados extrapolables cuando un impacto externo los altera. El mundo científico lo sabe, y funcionarios de los ministerios también. Por eso, cuando encontré esas evidencias surgieron dos cuestiones a resolver, cómo seguir la investigación para saber cuál es la mecanística de un efecto que altera la forma normal del embrión, lo cual está en marcha. Y la otra decisión era cómo darla a conocer.
¿Por qué la difusión se transforma en un problema?
Porque no hay canales institucionales confiables que puedan receptar investigaciones de este tipo, con poderosos intereses en contra. Entonces la decisión personal fue hacerla pública, ya que no existe razón de Estado ni intereses económicos de las corporaciones que justifiquen el silencio cuando se trata de la salud pública. Hay que dejarlo claro, cuando se tiene un dato que sólo le interesa a un círculo pequeño, se lo pueden guardar hasta tener ajustado hasta el más mínimo detalle y lo canaliza por medios para ese pequeño círculo. Pero cuando uno demuestra hechos que pueden tener impacto en la salud pública, es obligación darle una difusión urgente y masiva.
¿Es una práctica común dar difusión a un avance científico antes de estar publicado en una revista científica?
Es algo totalmente común. En el país hay instituciones que todos los días difunden sus progresos científicos, que hasta poseen agentes de prensa que difunden los avances; nadie los cuestiona y los medios de comunicación los replican sin preguntar. Difunden progresos, sin papers, sin publicaciones y está muy bien. Pero claro, esas difusiones no afectan intereses de grupos poderosos.
Pero existe una tensión en el ámbito científico sobre cuándo dar a conocer un avance.
La tensión es si la divulgación debería esperar a ser “aprobado” (remarco las comillas porque es todo un tema aparte, que lleva años). Ahora, si la investigación tiene implicancias más allá de lo académico, afecta a la sociedad, el dilema moral es si me lo guardo hasta que termine el más mínimo detalle y mi narcisismo esté satisfecho, o prendo el alerta. Yo decidí dar la alerta, e insisto en que no es nada nuevo, hay antecedentes claros como Robert Belle y Gilles-Eric Seralini, que han hecho estudios con otros modelos, publicados, y con resultados más importantes que los míos. Lo que tendrían que hacer las instituciones, en vez de atacarme, como está sucediendo desde algunos funcionarios y las empresas, es informarse y comenzar a trabajar para remediar lo sucedido.
Las empresas, y los medios, de los agronegocios sostienen que no hay estudios serios.
Hay investigaciones en diversas partes del mundo y son muy serias, como las que acabo de mencionar. Las empresas y sus periodistas empleados descalifican una investigación, pero al mismo tiempo no escuchan la catarata de cuadros médicos palpables en las zonas sojeras; las provincias están plagadas de víctimas de agrotóxicos, pero ahí los diarios no quieren llegar, y mucho menos las empresas responsables. No entiendo por qué mi relato tiene más importancia que el de las Madres de Ituzaingó (barrio de las afueras de Córdoba, emblema de la contaminación con agroquímicos). Los médicos de las provincias están desde hace años denunciando, los campesinos y las barriadas urbanas también. Y queda todo silenciado. Es una evidencia de la realidad y es incontrastable. Yo me inspiré en esa realidad y los resultados son los conocidos. Las empresas del agro, los medios de comunicación, el mundo científico y la dirigencia política son básicamente hipócritas respecto de las consecuencias de los agrotóxicos, protestan y descalifican una simple investigación pero no son capaces de observar las innumerables evidencias médicas y reclamos en Santiago del Estero, Chaco, Entre Ríos, Córdoba y Santa Fe.
¿Qué otros trabajos existen?
Belle y Seralini en Francia. También hay trabajos de la Universidad Nacional del Litoral y de investigadores como Alejandro Oliva, de Rosario, que contó con la colaboración del INTA y Federación Agraria. Hay relevamientos de los doctores Rodolfo Páramo (Santa Fe) y Darío Gianfelici (Entre Ríos). No son muchos estudios, pero existen, son serios y están disponibles.
¿Por qué el sector científico no estudia?
Porque no en todo el mundo hay tan enorme cantidad de hectáreas con soja como se da en la Argentina. Hay casi 18 millones de hectáreas. Desde el punto de vista ecotoxicológico, lo que sucede en Argentina es casi un experimento masivo.
Las corporaciones y la ciencia
Se intentó deslegitimar su investigación diciendo que la UBA y el Conicet no sabían de su trabajo.
La UBA y el Conicet son organismos de gestión, no tienen por qué conocer todo lo que hago yo o lo que hacen todos sus investigadores. Está dentro de nuestras facultades definir las líneas de trabajo, investigar y dar a conocer resultados. Es la lógica de la investigación. Por eso yo no tengo que pedir autorización para iniciar una idea o un tema nuevo y ellos no tienen por qué conocerlo, porque la ciencia no funciona con organismos fiscalizadores de los temas que elegimos. Forma parte de la libertad académica, nos movemos por hipótesis, preguntas y desarrollamos investigaciones. También se dijo que el Conicet, como institución, no suscribió a mi investigación. Y es verdad, porque no se lo pedí y no tiene por qué suscribir en el marco de una idea nueva dentro de la amplitud de un proyecto. Es lo que sucede en centenares de investigaciones que se realizan. Que quede claro, el Conicet no tiene responsabilidad sobre mis decisiones. Es una decisión personal, como corresponde, no institucional. Y está dentro de mis facultades. Tampoco se requiere autorización institucional para desarrollar investigaciones, aunque sabemos que algunas son más resistidas que otras.
Son públicos los convenios entre Conicet y la minera Barrick Gold, y también con Monsanto, con la cual hasta contaban con un premio de investigación conjunto (“Animarse a Emprender”). ¿Las investigaciones que pudieran ser críticas con esos sectores son menos bienvenidas que otras?
(Sonríe.) Prefiero no responder.
¿Usted podría investigar para Monsanto?
Desde ya. El Conicet y la UBA lo permiten. Es más, muchos científicos trabajan desde hace años para empresas de biotecnología bajo la figura de asesor-consultor, por la cual el Conicet permite hasta doce horas semanales que sus investigadores provean servicios al sector público o privado.
Se acusa a su investigación de no estar validada en una publicación científica.
Es una chicana barata, de cuarta, que sólo muestra el temor de las empresas. En el mundo científico es sabido que la validación de un trabajo no se da por su publicación en una revista del sector. Es más, los científicos somos testigos de errores e incluso fraudes que se publican en revistas especializadas. Muchas veces se publica algo y luego se demuestra que es erróneo. Y, por otro lado, muchas veces hay investigaciones que no se publican no porque sean malas, sino porque a la revista no le interesa, sea por línea editorial o intereses en juego. Un ejemplo personal: en 1984 descubrimos genes muy importantes para el desarrollo embrionario, genes Hox. Publiqué dos papers en Cell, una de las mejores revistas del mundo, y había quienes creían y quienes no. Tuvieron que pasar años para que la comunidad científica lo validara.
El Laboratorio de Embriología es dependiente del Conicet. ¿Su trabajo tiene que ser validado por el Conicet?
Que por favor quede claro, ni el Conicet ni un comité editorial validan investigaciones, lo que hacen es evaluar la evidencia que uno presenta y juzgan la solidez desde la presentación. No tienen forma de verificar los resultados en forma práctica. La única certeza de una validación se da en que otros investigadores puedan repetir de forma sistemática, y hasta perfeccionada, los resultados de la investigación realizada.
¿Cuándo va a compartir su trabajo para ponerlo a discusión de la comunidad científica?
En breve. Debo terminar algunos ensayos y estará listo. Lo que más quiero es pasárselo a colegas, investigadores que repliquen el trabajo. De hecho ya lo he compartido con pares del país y del exterior. Desde ya que debieran ser estudios independientes, no los provistos por las corporaciones o espacios del Estado a su servicio.
¿Monsanto podría replicarlos?
Si contrata investigadores idóneos, sí. No tengo dudas de que lo hará y todos sabemos a qué resultados llegarán.
¿Cómo continuará la investigación?
Ya confirmamos las malformaciones. Ahora estamos avanzando en conocer cuál es el mecanismo de acción, es un paso más. Como es un trabajo científico, continuaré con el grado de libertad académica de que dispongo, tratando de ver cuáles son las causas mecanísticas y moleculares de las observaciones hechas para publicar los resultados. Aparte del anfibio, que nos sirve de modelo, extenderemos los experimentos a otros modelos de desarrollo embriológico, como aves.
¿Puede suceder que, con estas nuevas pruebas, los resultados difundidos –de malformaciones– no se repitan?
No hay forma. Porque fueron experimentos controlados, en los que fuimos rigurosos. Y, además, porque ya hay evidencia científica que va en ese sentido. Por eso, insisto, no descubrimos nada nuevo. Yo llegué a un resultado y creo en él. Si la comunidad científica llega a otra conclusión, bienvenido sea. El centro del problema no debiera ser esta investigación. Sería querer tapar el sol con la mano. Yo sólo aporté un punto más a la discusión. Pero hay sectores que quieren cerrarla, ni siquiera por convencimiento ideológico, sólo por conveniencia económica.
Se acusa a su trabajo de usar un método erróneo con el glifosato, y que por eso los resultados son devastadores: que las concentraciones de la experimentación nunca son las que eventualmente podría recibir un humano al ser aplicado en el campo. Hubo quien mencionó que “si ponemos gasoil en el vaso de leche, claro que ocasionará intoxicaciones, y no por eso se prohibirá el combustible”.
Ese tipo de afirmación tienen varias facetas. Por un lado, muestra desconocimiento biológico, lo cual es entendible para quien no se dedica a esta rama de la ciencia. Pero, en boca de los voceros de las corporaciones, también muestra una intencionalidad lejana a la inocencia, con intenciones de desprestigiar una estrategia de análisis mundialmente aceptada. Entonces sí me parece una comparación poco seria, maliciosa e hipócrita. Es sabido, tanto en la comunidad científica como en el sector agropecuario, que la aspersión del herbicida afecta ecosistemas, operando directa o indirectamente sobre insectos y otras especies animales cuando se ponen en contacto con el herbicida. O sea que además de células vegetales, también afectan organismos compuestos por células animales. Nuestros experimentos alertan que tanto el cóctel comercial como la droga pura en células animales generan alteraciones del desarrollo embrionario. Por lo tanto el glifosato dentro de la célula embrionaria altera el funcionamiento celular, tal como sucede en las células vegetales de las malezas. Por otra parte, ya está probado que los herbicidas se trasladan por la acción del viento. Es una prueba de la realidad, incontrastable, el padecimiento de familias de campos linderos y de barrios cercanos a las fumigaciones. Por lo tanto, el glifosato puede atravesar barreras respiratorias y/o placentarias y entrar a las células embrionarias, incluso existen avances científicos en esa dirección, como también existen registros de glifosato y de sus posibles metabolitos presentes en mujeres embarazadas. Esto podría correlacionarse con potenciales efectos malformativos. Por lo tanto, desentrañar si el glifosato puro inyectado tiene efectos sobre el comportamiento de células embrionarias animales durante el desarrollo era ineludible en una estrategia experimental correcta, e insisto que utilicé una estrategia de análisis clásica de la investigación científica.
¿Cree que hay que prohibir el glifosato?
En mi trabajo yo no planteo eso. Y no es de mi competencia proponer una medida de ese tipo. Lo único que afirmo, respaldado en 30 años de estudio en la regulación genética embrionaria, es que este producto genera alteraciones en el desarrollo, estoy seguro de eso.
Sus resultados no se corresponden con la clasificación del Senasa o las recomendaciones de la Secretaría de Agricultura.
Es un claro problema de ellos, que lo clasifican como de baja toxicidad. Todo lo contrario de lo que afirman estudios diversos, que confirman la alteración de mecanismos celulares y, sobre todo, contrario a lo que padecen familias de una decena de provincias. Es de locos pensar que no pasa nada.
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