El periodista Jorge Rulli su opinión sobre el discurso Presidencial
Martes 6 de marzo de 2012 a la hora 1:07
¿Qué adjetivos usaría si tuviese que describir el discurso presidencial ante la Cámara? Seguramente usaría el término penoso, desafortunado, mediocre y además apartado de la realidad, centrado sobre sí mismo y a la vez con absoluta falta de conciencia de las propias responsabilidades, incapaz de sentir y de expresar las tragedias tal como la sentimos el común de los argentinos. ¿Qué adjetivos usaría si tuviese que describir el discurso presidencial ante la Cámara? Seguramente usaría el término penoso, desafortunado, mediocre y además apartado de la realidad, centrado sobre sí mismo y a la vez con absoluta falta de conciencia de las propias responsabilidades, incapaz de sentir y de expresar las tragedias tal como la sentimos el común de los argentinos.
Añadiría también, que en el discurso se vuelve de manera contumaz sobre el tren bala, y que ello resulta odioso, cuando todavía la sangre está fresca sobre los andenes como consecuencia de la desidia y de la corrupción; diría, también, que hace de los subterráneos de Buenos Aires un tema de orden nacional, cuándo no es sino el minúsculo drama local, propio de un desencuentro entre iguales, entre iguales que promoviéndose como antinomias se sostienen como borrachos en una misma juerga… Cristina versus Macri, Macri versus Cristina…
¿Cómo describiría mis sentimientos de argentino nacido en los años treinta en un hogar peronista, y que soñó siempre con hacer de la Argentina un gran país y sobre todo un país con un pueblo feliz? ¿Cómo expresaría lo que siento frente al jolgorio generalizado en esa misma Cámara, ante el cotillón y los excesos de regocijo y los gestos futboleros de las barras asalariadas, frente a las lágrimas y los gestos ampulosos y teatrales desde el estrado? Sobre todo vergüenza ajena, también, desconcierto doloroso, amargura por ver lo que pudo ser un gran país hoy convertido en un sainete de programa de Tinelli… Siento ahora el peso sobre las espaldas de tantos y tantos años de lucha, y un dolor enorme por nuestros sueños de entonces, hoy definitivamente guardados en la baulera de lo inútil o de lo que no se quiere recordar… Dolor por los años de cárceles incontables, por los miles y miles de compañeros que murieron en las condiciones más espantosas, tratando de cambiar el mundo, equivocados probablemente, seguramente desmesurados, siempre improvisados para una tarea que no podían realizar pero que soñaban que se realizara, dando todo de sí … para que ahora en su nombre, con premeditación y alevosía se legalicen las entregas de los bienes comunes de los argentinos y de la soberanía nacional, para que al recordarlos se maquinen políticas de DDHH, con las cuales se encubren las violaciones a todos los DDHH habidos y por haber, con absoluto desinterés por el dolor ajeno, con desparpajo… como si con la reivindicación de los desaparecidos de ayer se pudieran encubrir o quizá justificar las desapariciones de hoy… Como si indemnizando las mutilaciones o los daños del terrorismo de Estado de los años setenta se pudieran ocultar las enfermedades, las muertes, los nacimientos con deformaciones de hoy, consecuencia del mismo Estado en que las víctimas devinieron victimarios y nos hacen espiar cuando nos reunimos y, además, nos aplican la Ley contra el Terrorismo porque nos manifestamos contra la minería transnacional…
Pienso ahora en esos miles de niños nacidos deformes, crucificados a sus arneses y a sus sillas de ruedas, con sus bracitos moviéndose como aspas insensatas, sus rostros y miradas perdidas, y las sonrisas tontas de ángeles caídos… esos niños argentinos frutos de embarazos contaminados por agrotóxicos, niños que uno puede encontrar por todas partes, a lo largo de esas 23 millones de hectáreas de cultivos transgénicos que ahora con los nuevos transgénicos que acaban de celebrar, se ampliarán probablemente a las provincias más pobres, más áridas y periféricas. Monocultivos que se extenderán gracias a los nuevos genes modificados, para que las malditas plantitas de soja resistan la sequía… y nuestra presidente festeja estos descubrimientos en que la investigación científica argentina, alimentada por el Estado que pagamos todos, se ensambla con el sionismo de los unos y el estalinismo de los otros, para servir a las Corporaciones transnacionales y a los mercados globales, pero por sobre todo, a una idea nefasta de progreso y de Crecimiento, por supuesto, insustentable. Y por encima y por debajo de los discursos y de los miles de litros de tinta derramada por los escribas y los intelectuales a sueldo del progresismo cipayo, subsiste este país recolonizado, este país que se dibuja ante nosotros con sumisión a las necesidades de los mercados: con la sojización alentada por los nuevos descubrimientos biotecnológicos, con la minería a cielo abierto con cianuro que dibuja el territorio autónomo de las Mineras, pegado a la Cordillera de los Andes, con la creciente dependencia energética facilitada por las corrupciones provinciales; con la utilización de territorios agrícolas que podrían producir buenos alimentos, dedicados ahora a producir sojas y maíces transgénicos para biocombustibles destinados a alimentar los vehículos de Europa o acaso a producir pinos para pasta de papel.
Pobre Argentina, pobre Argentina en manos del progresismo monárquico, con ausencia de todo proyecto de país y la política como un oficio solo para resolver la coyuntura, y como consecuencia de ello la espantosa falta de inversiones en infraestructuras que transforma al país entero en una gran bomba a punto de estallido. Eso fue lo que vivimos en la tragedia de Once y también, lo que vivimos durante la última sequía, cuando las aguas del Paraná bajaron y los principales puertos de la zona de Rosario, por donde sale la Soja y los minerales metalíferos, quedaron paralizados a consecuencia de que un buque encalló en el canal y más de doscientos barcos quedaron durante más de una semana varados, sin poder sacar nuestras exportaciones, de las que en la actualidad depende todo este sistema de Capitalismo de amigos y asistencialización de la pobreza.
Temo ahora que escribo, que no solamente se extraviaron los sueños que alguna vez tuvimos, creo que se extravió la memoria de lo que fuimos y de lo que quisimos ser, pero aún mucho peor que eso, se perdió el sentido de las proporciones y de la vergüenza. Me pregunto que pasaría si muchos argentinos comenzaran a preguntarse una y otra vez levantando las voces, cómo puede ser posible que estemos metidos hasta el cuello en este pelotudismo en el que estamos?… que, cómo puede ser que nos banquemos como etapa superior del peronismo a un progresismo que nada tiene que ver con el Peronismo ni con nada que no sea el viejo Alzogaray o los planes que para una Argentina primarizada pensó Martinez de Hoz?… que si pensas distinto es porque leíste los diarios de la Corpo, que está bueno haber sido terrorista en los setenta pero que vas en cana si lo sos ahora al enfrentar a las mineras o a las sojas transgénicas… que está bien homenajear a los que lucharon contra las servidumbres y las dependencias a la Gran Bretaña en los años treinta y cuarenta, pero que hacer lo mismo ahora con China no es lo mismo, porque lo hacemos nosotros, nosotros que somos nacionales y populares… Que el enemigo es Clarín, Macri y el “Campo” y que tenemos que convencer a las oficinas locales de las Empresas trans para que jueguen ese rol de burguesía nacional que nos enseñaban los manuales…
Y ahora decimos nosotros, que las Malvinas son Argentinas pero que buena parte de la Argentina sigue siendo de los piratas ingleses…y que, una cosa es ser pacifista y no querer la guerra, y otra muy distinta es ser cómplice de la ocupación británica… Estamos inmersos en una burbuja de estulticia, desapegos, desorientaciones, y no atinamos a romper esa burbuja… Me interrogo sobre qué pasaría si muchos argentinos comenzaran a preguntarse una y otra vez, cómo puede ser posible que sigamos en estos callejones sin salida, y que no nos digamos a nosotros mismos que no nacimos para ser el país que somos, que no merecemos ser un pueblo doblegado por la deuda externa de la que ya no se habla pero que continúa impaga, que tenemos el deber de no continuar siendo un país sin destino… Que nos digamos que no nacimos para vivir como infelices, generación tras generación, cada vez más enajenados e indiferentes a todo destino de grandeza… Si muchos comenzamos a reaccionar de esa manera, estoy seguro que una nueva energía se pondría en marcha desde la gente misma… Es lo que hacemos cada sábado desde hace muchos años, expresar nuestro hartazgo y nuestra necesidad de tener otra Argentina… Estamos seguros que la merecemos… necesitamos más voces que lo griten…
Enviado a Ipodagua.com por Jorge Eduardo Rulli
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