Córdoba: la opinión de un investigador del Conicet.
Marcelo Cabido, doctor en Ciencias Biológicas, asegura
que la provincia está a la cabeza del desmonte en el país.
que la provincia está a la cabeza del desmonte en el país.
Marcelo Cabido es doctor en Ciencias Biológicas, profesor titular de la Cátedra de Biogeografía de la UNC e investigador del Conicet en el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal. Junto al biólogo Marcelo Zak realizó una investigación difundida a fines de 2009 que puso en evidencia el lapidario estado de los bosques nativos en Córdoba y la velocidad récord con la que se llevó a cabo el desmonte irracional. En esta entrevista con Veintitrés, Cabido asegura que Córdoba está a la cabeza del desmonte en la Argentina, sostiene que vamos hacia la “desaparición definitiva de las poblaciones campesinas” y advierte que los sectores agropecuarios están buscando hacer aún más permisiva la actual ley de bosques.
–Dentro de un par de meses va a cumplirse un año desde que se aprobó la ley de bosques, también conocida como “ley de desmontes”, y se habla poco del tema. ¿En qué situación le parece que estamos?
–Bueno, es un tema muy importante que sigue siendo de absoluta actualidad, sin duda. Recordemos que al proyecto de ley que se había consensuado después de un proceso enormemente participativo y democrático, la noche del 4 de agosto, vaya a saber uno cómo y de qué manera, se le introdujeron algunas reformas que fueron votadas al día siguiente. Y así salió esta ley, traicionando el espíritu de la ley nacional por un lado, y traicionando también el espíritu de lo que iba a ser la ley provincial, consensuada por distintos sectores de la provincia. Esta ley, que demoró bastante tiempo en ser reglamentada, fue reglamentada hace unos meses nomás, y en principio está vigente. Pero ya han surgido algunas voces en su contra desde los sectores agropecuarios, que pretenden que la reglamentación de la ley se modifique y particularmente que la tarea de inspección sea más liviana. Aparentemente el gobierno de la provincia ha dicho que no va a modificar la reglamentación de la ley, pero...
–Los sectores vinculados a los agronegocios no están conformes con la “ley de desmontes”. ¿Piden más?
–Están pidiendo más, sí. Pretenden un control más leve, y también una aplicación de lo que son las políticas de multas y sanciones más leves. Básicamente una disminución de las penalidades ante el incumplimiento de la ley. Hubo encuentros de la Sociedad Rural en Cruz del Eje, en Deán Funes, en los cuales los productores del norte se han plantado y pretenden modificaciones. Esto es reciente, tiene una semana, diez días. Y la Secretaría de Ambiente ha dicho que no va a haber modificaciones en la reglamentación de la ley, pero bueno, el que se quema una vez con leche… Así que estamos a la expectativa.
–¿Cuáles son los puntos más perjudiciales de la ley aprobada?
–Hay varios puntos de la ley sancionada que deberían ser revisados porque no responden al espíritu de la Ley Bonasso, que proponía la conservación, la regeneración y en definitiva la expansión de la superficie cubierta por bosques. Esta en cambio permite que, en la medida en que demuestre que tiene la infraestructura apropiada o posibilidad de desarrollar estructura para riego, los espacios que están en el mapa pintados de rojo, que son de alto valor de conservación y que no deberían ser tocados, pueden ser convertidos de zonas rojas a zonas verdes. Es decir, pueden aprovecharse y los pocos bosques que queden en el territorio pueden ser eliminados. Eso quiere decir que a poco de andar, la mayoría de los bosques van a ser totalmente eliminados. Esa es la principal traición al espíritu de la ley original. También hay otras, como la no consideración de las poblaciones locales.
–Dentro de un par de meses va a cumplirse un año desde que se aprobó la ley de bosques, también conocida como “ley de desmontes”, y se habla poco del tema. ¿En qué situación le parece que estamos?
–Bueno, es un tema muy importante que sigue siendo de absoluta actualidad, sin duda. Recordemos que al proyecto de ley que se había consensuado después de un proceso enormemente participativo y democrático, la noche del 4 de agosto, vaya a saber uno cómo y de qué manera, se le introdujeron algunas reformas que fueron votadas al día siguiente. Y así salió esta ley, traicionando el espíritu de la ley nacional por un lado, y traicionando también el espíritu de lo que iba a ser la ley provincial, consensuada por distintos sectores de la provincia. Esta ley, que demoró bastante tiempo en ser reglamentada, fue reglamentada hace unos meses nomás, y en principio está vigente. Pero ya han surgido algunas voces en su contra desde los sectores agropecuarios, que pretenden que la reglamentación de la ley se modifique y particularmente que la tarea de inspección sea más liviana. Aparentemente el gobierno de la provincia ha dicho que no va a modificar la reglamentación de la ley, pero...
–Los sectores vinculados a los agronegocios no están conformes con la “ley de desmontes”. ¿Piden más?
–Están pidiendo más, sí. Pretenden un control más leve, y también una aplicación de lo que son las políticas de multas y sanciones más leves. Básicamente una disminución de las penalidades ante el incumplimiento de la ley. Hubo encuentros de la Sociedad Rural en Cruz del Eje, en Deán Funes, en los cuales los productores del norte se han plantado y pretenden modificaciones. Esto es reciente, tiene una semana, diez días. Y la Secretaría de Ambiente ha dicho que no va a haber modificaciones en la reglamentación de la ley, pero bueno, el que se quema una vez con leche… Así que estamos a la expectativa.
–¿Cuáles son los puntos más perjudiciales de la ley aprobada?
–Hay varios puntos de la ley sancionada que deberían ser revisados porque no responden al espíritu de la Ley Bonasso, que proponía la conservación, la regeneración y en definitiva la expansión de la superficie cubierta por bosques. Esta en cambio permite que, en la medida en que demuestre que tiene la infraestructura apropiada o posibilidad de desarrollar estructura para riego, los espacios que están en el mapa pintados de rojo, que son de alto valor de conservación y que no deberían ser tocados, pueden ser convertidos de zonas rojas a zonas verdes. Es decir, pueden aprovecharse y los pocos bosques que queden en el territorio pueden ser eliminados. Eso quiere decir que a poco de andar, la mayoría de los bosques van a ser totalmente eliminados. Esa es la principal traición al espíritu de la ley original. También hay otras, como la no consideración de las poblaciones locales.
–Se refiere a las poblaciones campesinas.
–Sí, desde mi punto de vista eso es dramático, porque nos lleva en un lapso relativamente breve a la desaparición de las poblaciones campesinas del oeste y del norte de Córdoba. Y esto no es nuevo: en la historia ecológica del mundo han desaparecido enormes culturas, desde los mayas hasta los indios anasazi en el sur de Estados Unidos. Lamentablemente, si seguimos de esta manera, yo predigo la desaparición de nuestra cultura campesina, básicamente porque van a desaparecer sus hábitats, van a desaparecer todas las metodologías de aprovechamiento de recursos. Desde la explotación de cabritos hasta la utilización de productos forestales. La velocidad con la que estamos perdiendo los bosques pone en colapso casi definitivo a las poblaciones campesinas de Córdoba.
–Ustedes hicieron justamente una investigación que da cuenta de la impresionante velocidad con la que vienen acabando con los bosques en Córdoba. ¿Cómo y por qué se llega a esto?
–Si nos centramos en el territorio cordobés hay que decir que carecemos, tanto a nivel provincial como de los municipios, de políticas ambientales adecuadas. El ambiente de Córdoba está casi a la deriva. Cuando los europeos llegaron a Córdoba, y esto está reflejado en mapas realizados por botánicos a principio del siglo XX, casi el 70, 75 por ciento del territorio provincial eran bosques. Bueno, si en 1900 teníamos el 75 por ciento de la provincia cubierta de bosques, hoy tenemos menos del 5 por ciento. Toda la provincia tiene 160 mil kilómetros cuadrados. Vale decir que había unos 110 mil, 120 mil kilómetros cuadrados de bosques, y de eso hemos perdido prácticamente 100 mil kilómetros cuadrados. Pero más allá de la superficie, porque a escala mundial puede parecer poca, la velocidad con la que lo hemos perdido figura entre los récords más altos del mundo. Esto quiere decir que el proceso de deforestación en Córdoba, desde 1960, ha sido absolutamente irracional. La mayor parte ha sido erradicada para agricultura, y en menor medida por incendios y otro tipo de aprovechamiento, sobre todo en las sierras. Los bosques de llanura los hemos perdido a tasas de entre el 4 y el 6 por ciento. Pensemos que la velocidad con la que se han perdido bosques tropicales en la selva amazónica, en las selvas de África, de Asia, ha sido menor al 2 por ciento en cualquier caso. Nosotros, repito, los hemos perdido a una velocidad del 4 al 6 por ciento anual. Y de ladera de montaña, casi al 9 por ciento anual en los casos más extremos. Esto significa que si estas tasas continúan, en 10 años perdemos el 60 por ciento y en 15 años perdemos prácticamente todo.
–¿Se puede discriminar cómo fueron variando las tasas dentro de ese período?
–La tasa que nosotros hemos medido es entre los ’60 y los 2000, pero te puedo decir con seguridad que el pico de esas tasas ha sido entre los años ’90 y los 2000. Entre 1994, 1995 y la actualidad. En el año 2005 Córdoba sancionó una ley, que se llama ley de desmonte total. Lo que hace es prohibir el desmonte total. Es decir que si un productor presentaba un expediente solicitando autorización para desmontar el 100 por ciento de sus superficies de bosques, no podía hacerlo, no le era permitido. Pero si desmontaba el 30 o el 40 por ciento, sí. Porque al prohibir el desmonte total, implícitamente estás autorizando el desmonte parcial. Yo a eso lo conozco perfectamente porque el proyecto de esa ley lo escribimos con dos amigos que trabajan en la Secretaría de Ambiente en la computadora de mi casa. Ese proyecto de ley tenía una cláusula que decía “Prohíbase el desmonte total y/o parcial por el plazo de 10 años”. Había una veda de desmonte hasta que se realizaran inventarios, se dijera cuál es la situación actual de los bosques y demás. Ese artículo lo quitaron y se sancionó de la noche a la mañana. Sergio Nirich era en ese momento el presidente de la agencia Córdoba Ambiente.
–¿El caso de Córdoba es el más grave en todo el país?
–Córdoba lleva la delantera, va a la cabeza de los desmontes, sin duda. Por ahí la gente no lo entiende, pero una tasa de 9,4 por ciento de pérdida de bosque anual significa que en 10 años perdiste el 94 por ciento, o sea, casi todo lo que te queda. Eso es dramático. Y la ley aprobada permite eso, en la medida en que se pueda demostrar desarrollo en infraestructura de riego.
–¿Y quién regula esto?
–La Secretaría de Ambiente. Una de las quejas de los productores y de las entidades que agrupan a los productores es que pretenden que el control y establecimiento de estos criterios lo tenga Agricultura y Ganadería, y no Ambiente.
–¿Además de todo el desmonte que permite la nueva ley, sigue habiendo tanto desmonte ilegal o se mejoraron los controles?
–Los controles son absolutamente insuficientes. Los desmontes en Córdoba no sólo han sido por ineficiencia y falta de recursos sino que también han sido casos rayanos a la corrupción.
–Varias provincias del norte también están padeciendo esta problemática de los desmontes.
–El proceso de expansión de la frontera agropecuaria va teniendo un sentido sur-norte, pero en algunos sectores de Santiago del Estero o en el oriente de Salta, por ejemplo, ha habido un proceso de deforestación increíble. Ocurre en todas las provincias que tienen lo que los botánicos llamamos bosques chaqueños de llanura. Con esto digo: una buena parte de Santiago del Estero, el este de Salta, la provincia de Chaco, la de Formosa, diría incluso también que la cuña boscosa de Santa Fe. Zonas que históricamente han sido áreas marginales para la agricultura. Este proceso quizás ha sido disparado por un incremento en las lluvias desde la segunda mitad del siglo XX, a partir de los ’60, ’70, que permitió la entrada de la soja y de otros cultivos. Paralelamente se han ido produciendo cambios tecnológicos: la tecnología de Roundup Ready, es decir, le echás a la soja transgénica un herbicida que mata todo excepto la soja; el precio internacional, la demanda de China, de India y de otros países. Todo esto disparó el proceso.
–Es decir que invariablemente, el desmonte del que estamos hablando tuvo y tiene como causa la producción de soja.
–Sí, básicamente la expansión de la frontera agropecuaria en detrimento del bosque ha sido para la soja. Además ocurrió que hubo un cambio en los sistemas de tenencia de la tierra. Muchos productores de la pampa húmeda, del sur de Córdoba vislumbraron rápidamente que comprando tierras en el norte de Córdoba a 20, 100 dólares la hectárea, estaban ampliando sus posibilidades de hacer agricultura a un costo muy bajo. Incluso hasta comprando hectáreas en la región de Santa Cruz de la Sierra en Bolivia. Y este proceso de expansión en Bolivia lo están haciendo argentinos. En Oncativo, Oliva, por ejemplo, hay gran cantidad de productores que han comprado en el sur de Bolivia. Este cambio de la tenencia de la tierra ha significado implícitamente la expulsión de pobladores locales. La soja es muy poco demandante de mano de obra. Cuando dicen que la agricultura en esos territorios ha implicado una mayor mano de obra y demanda de trabajo, es falso. Un tipo puede trabajar mil hectáreas de soja con tres o cuatro empleados.
–¿Cómo nos afecta a quienes vivimos en la ciudad?
–De diversas maneras. Desde el punto de vista ambiental, al perder bosques perdemos la protección del suelo de las cuencas que son las encargadas de captar el agua. Córdoba se nutre casi totalmente del agua que produce la cuenca que alimenta el Lago San Roque y Los Molinos. Cuando la cubierta vegetal de esas capas se deteriora, la captación de agua por parte de los embalses es mucho menor, las laderas empiezan a tener procesos erosivos, esos sedimentos se depositan en el fondo de los lagos, estos pierden así capacidad de almacenar agua y eso nos repercute directamente. La producción de agua es un aspecto fundamental que va de la mano de la destrucción de bosques. Eso nos afecta a todos. Y lo estamos viviendo. Ya hay poblaciones de las sierras chicas al norte de la ciudad que están teniendo problemas terribles con el agua. La mitad de la población de la provincia se nutre del agua que es captada en las sierras.
–Las voces que defienden este modelo de producción sostienen que trae desarrollo, progreso, que se gana mucho dinero, pero ¿cuánto se pierde, cuánto pierde un Estado a mediano y largo plazo dilapidando así los recursos naturales?
–Yo creo que es el punto central de esta discusión. Esto de aceptar el costo que lleva implícito el desarrollo a cualquier precio va de la mano de un concepto de desarrollo que no es ambientalmente sustentable. Tenemos sobradas evidencias de la desaparición de culturas enteras, que en algún momento fueron muy prósperas, precisamente por problemas ambientales. El deterioro ambiental en pos de este tipo de desarrollo no es gratuito sino más bien todo lo contrario. Es fundamental replantearnos cuál es el modelo de desarrollo que queremos. El monocultivo puede traer consecuencias dramáticas en un año en la que la cosecha no se dé.
–Existe por estos días un proyecto de reforestación en la provincia, al que desde algunas organizaciones ambientales le critican el uso de las especies exóticas. ¿Cuál es su opinión?
–Las especies exóticas que se están usando para proyectos de forestación en Córdoba gastan mucha más agua que las especies nativas. Desde el punto de vista hídrico no hay duda de que es perjudicial. Y también pueden desencadenar procesos de invasión biológica. Es fundamental que, si se hacen finalmente, estos proyectos sean encarados con especies nativas. Las sierras deben ser consideradas básicamente como fábricas de agua.
–¿Cuál es su opinión acerca de los pocos espacios verdes que quedan en la ciudad de Córdoba?
–La relación espacio verde por habitante que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS) es 15 metros cuadrados por habitante. Y cuando vos empezás a ver, Córdoba tiene un promedio de 8, pero Amsterdam tiene por ejemplo 25 metros cuadrados por habitante y Nueva York 23. Y estamos hablando de ciudades densamente pobladas. Y si comparamos algunos barrios cerrados o barrios del norte, como Las Delicias que tiene 720 metros cuadrados por habitante, Villa Walcalde que tiene 258 o Jardín Hipódromo que está en 59, en contraposición con algunos barrios del sur, como barrio Jardín, que tiene 1,1 metros cuadrados por habitante, o Jardín Espinosa que no llega a 0,7, o Juniors con 0,6, vemos que es preocupante. Para la OMS, la cantidad de espacios verdes que tenés por habitante es un aspecto fundamental de la calidad de vida. No solamente de la salud física sino también de la salud psicofísica.
–En este sentido, ¿cómo ve la posibilidad de que pueda perderse el espacio verde del ex batallón 141?
–Creo que todos estos barrios del sur que estamos viendo que tienen tan poco espacio verde van a perder para siempre la oportunidad de mejorar su condición con respecto a la disponibilidad de verde por habitante. No tenemos en el departamento capital otro espacio con esas condiciones. Es decir que, perdido el ex batallón 141 como espacio verde, no tendríamos retorno. Si finalmente se cambia la ordenanza que determina que el ex batallón 141 debe ser un área verde, en pos de un desarrollo inmobiliario, esto va a sentar jurisprudencia sobre lo que puedan ser los otros espacios verdes de la provincia y eso es muy peligroso. Ya se sentó jurisprudencia cuando el gobierno de la provincia eliminó el decreto que creaba la Reserva del Suquía. El gobierno de De la Sota derogó por decreto esa ley y directamente eliminó la reserva que había sido creada
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