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14 de julio de 2012

La Transgenidad al Palo: cómo opera el negociado de la soja transgénica

Un recorrido sobre la realidad, a nivel nacional, del negocio de la soja transgénica. Los datos fueron aportados por el Dr. Medardo Ávila Vázquez.



¿De qué se habla cuando se habla de soja transgénica? Empecemos por el inicio, su amanecer noventista.

Su entrada por la Argentina comenzó en el año 1996, después que el Gobierno de Carlos Menem (Presidencia de la nación) y Felipe Sola (Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca) aprobaran su incorporación, sin estudios de impacto ambiental y sobre la base de estudios de bioseguridad generados por la misma empresa Monsanto.

No es nada casual. Monsanto sacó provecho las políticas neoliberales de los años noventa, bajo el lema de la desregulación estatal y el libre mercado, para salvarse de las trabas, que el propio Estado debió afrontar, para su entrada. Esto ocurrió tanto en Argentina como en Estados Unidos.

La soja transgénica se caracteriza por la implantación de un gen en su etapa de semilla. Al crecer como planta, sus células tienden a la capacidad de sintetizar proteínas, utilizando una vía metabólica diferente a las de todas las células vegetales, inalterable frente a la fumigación de glifosato, caso contrario a todas las demás plantas que hay a su alrededor.

El glifosato es un herbicida que mata todas las plantas al bloquear su metabolismo de aminoácidos aromáticos, pero no a las transgénicas que tiene el “rasgo RR”. Es decir, que son resistente al Round Up (nombre comercial de glifosato), patente original de Monsanto.

El proceso de plantación:

El cultivo de soja es un cultivo de verano: la implantación o siembra comienza en noviembre y se puede extender hasta fines de diciembre o principio de enero en soja de segunda (cuando en el mismo lote se cultivo trigo durante el invierno).

Antes de sembrar, entre septiembre y noviembre, entre el fin de la cosecha anterior y la siembra, se está en el periodo de barbecho, en donde la soja transgénica se convierte en “barbecho químico”. Es la etapa en que se trata de impedir que no crezca ninguna planta en el lote para no desgastar a la tierra y que no se invada de “malezas” que compitan con la soja por la disposición de luz, agua y nutrientes de la tierra. Se aplica, sobretodo en primavera cuando empieza a hacer más calor, herbicidas como glifosato, 2.4D, Dicamba y metsulfuron. El INTA está recomendando aplicaciones con tres litros de glifosato por hectárea y 600 militros de 2.4D, para sostener la tierra limpia de “yuyos”.



Foto de un campo en la etapa del “barbecho químico”.

Una vez realizada la siembra en noviembre, se continúa aplicando exclusivamente glifosato periódicamente según el clima: si hay mucha humedad y calor y prosperan las “malezas”, estas fumigaciones son más intensas.

A medida que aparecen o creen que pueden aparecer orugas, arañuelas o picudos. Entonces, al glifosato se le agrega insecticidas como clorpirifós, metamidofos, endosulfán, abamectina, dimetoato o deltametrina (ver: http://www.reduas.fcm.unc.edu.ar/en-estos-momentos-se-usan-agroquimicos-muy-cuestionados-por-su-toxicidad/).

En febrero, cuando las plantas de soja están bastantes grandes es también una época de intensa fumigación, ya que estas están floreciendo y formando los porotos y cualquier “ataque” podría disminuir el tamaño de los mismos. Los pueblos fumigados conocen que en esta época son particularmente fumigados con mezclas de herbicidas e insecticidas. No es casual que las dos denuncias realizadas en barrio Ituzaingó se realizaron el 1ro. y el 11 de febrero.

Luego en marzo ya llega el momento de la cosecha, también se aplica agrotóxicos en forma preventiva antes de cosechar para protegerlos en el acopio o el silo bolsa. En síntesis, 100 hectáreas de soja requieren 14 días de trabajo de un operario, 3 o 4 días de fumigaciones en “barbecho químico”, 1 día de siembra, 8 a 10 días más para nuevas aplicaciones de venenos mientras progresa el cultivo, y 1 día de cosecha.

Los datos son recopilados por encuestas a productores, bajo el mando de la Universidad Nacional de Río Cuarto y por testimonios de pacientes de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados.

Más soja, más Rand Up:

En nuestro país, la soja cubre 19 millones de hectáreas. Equivale al 6,5% del territorio nacional. Se extiende por 11 provincias.



Izq.: mapa nacional de la distribución de la soja (2007). Der.: mapa nacional de la distribución de glifosato en cultivos de soja, trigo, girasol y maíz (los colores más oscuros son los de mayor concentración) (2007). Ambos mapas se asemejan. Fuente: Ministerio de Agricultura.

Es cultivada por 80.000 productores, de ellos la cuarta parte ellos (20.000) producen el 70% con Sociedades Anónimas y pooles de siembra que utilizan de 20.000 a 300.000 ha de campos, (el total de productores rurales se calcula en 300.000 para toda la Argentina).

El rendimiento promedio varia año a año, entre 2,5 a 3,5 toneladas/ha (25 a 35 quintales por ha). Su precio internacional también varía entre 350 a 600 dólares la tonelada. Las 400 ha que rodean a Barrio Ituzaingo generan una valor de cosecha de 800.000 a 1.200.000 pesos. Esta semana, la noticia financiera más trascendental fue el récord del precio de la soja a 614 dólares en la bolsa de Chicago, producto de la sequía que se vive en el suelo norteamericano.

Los problemas de este cultivo es que cada año requiere cantidades mayores de agrotóxicos para sostener la productividad. Cuando comenzó en 1996 consumía tres litros de Round Up por hectárea, ahora requiere de 8 a 12 litros/ha en el mismo lote. La misma evolución muestran los insecticidas: se necesitan más dosis y más potencias para librarlos de las plagas que son tan frecuentes en estos monocultivos de extensión importante.



Hoy en día, nuestro país exporta soja. El modelo de enriquecimiento que genera la misma es mantenida mediante el insiste uso de agrotóxicos de este tipo. Con la soja a 614 dólares, no nos sorprendería que el intento de instalar un laboratorio de Monsanto en la localidad de Malvinas Argentinas sea algo irregular. De hecho, estaría para ser declarado ciudadano ilustre del país.

La transgenidad al palo.



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