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30 de junio de 2012

Entrevista a Jerry Mander

Economista, escritor, educacor y director del Forum on Globalization
Publicado el 22 / noviembre / 2010 por Alberto D. Fraile Oliver

Jerry Mander está considerado uno de los analistas más lúcidos de los movimientos que denuncian la globalización injusta que vivimos. Fue un exitoso directivo


publicitario hasta que en los años 70 empezó a investigar sobre ecología y pueblos indígenas – en ese momento comprendió que no necesitamos vender más cosas y que apostar por el crecimiento infinito en un planeta finito es de locos. Se bajó del sistema y puso toda su capacidad intelectual, que es mucha, al servicio de los pueblos nativos y su visión de comunión entre el ser humano y el entorno. Su labor es una llamada a cambiar nuestro estilo de vida y a despertar del sueño tecnológico en el que nos encontramos. Es autor, entre otros libros, de “En ausencia de lo sagrado” (Ed. Olañeta), “Cuatro buenas razones para eliminar la televisión” (Ed. Gedisa).

Junto con la crisis financiera y energética, vivimos una crisis institucional importante, y cada vez más gente se cuestiona los modelos de representación política que tenemos. ¿Cómo debería ser la democracia?

Sólo entiendo por democracia un sistema en el que hay participación directa del pueblo en las decisiones que les afectan. Esto descalifica la mayor parte de las llamadas democracias del mundo de hoy, en las que puedes votar cada cuatro años (si tienes suerte) a alguien que dice que va a hacer algo y luego no lo hace, y no hay nada que puedas hacer para cambiar la situación. Soy muy partidario de una democracia participativa en la que todos participan en las decisiones clave que les afectan, y donde hay un proceso para incluir a todos los que son afectados. Se puede hacer por consenso o por votación, hay muchas formas. Pero lo que llamamos democracia representativa, que es lo que tenemos ahora, yo creo que es un fracaso porque no representa realmente a los ciudadanos: el representante trata de adivinar qué es lo que quiere la gente, y realmente casi siempre adivina qué es lo que quieren los que le llevaron a su puesto de poder. No creo que lo que ahora llamamos democracia sea realmente democracia.

¿Cómo sería una comunidad con una verdadera democracia?

Mi versión de la democracia siempre ha sido una en la que no haya ningún sistema más grande que el que permita que todos en el sistema conozcan a todos los demás. De alguna forma, esta es una definición indígena, porque es la que oyes cuando los indígenas hablan de la democracia. Esto describe la escala del sistema que yo creo que es viable, pero tal vez sea demasiado extremista.
Por supuesto, se puede ampliar este modelo en un par de niveles, lo que nos daría una pequeña ciudad que funciona de forma sana y comunitaria, con mercados y negocios locales viables y prósperos, con personas activas y prácticas que llevan las riendas de la comunidad y que gestionan sus procesos democráticos con un gran conocimiento de las necesidades y prioridades propias y de los demás, y con relaciones muy cercanas entre los miembros de la comunidad.
La prioridad principal sería la calidad de la cooperación y del compromiso mutuo, algo que no existe en la mayoría de los modelos económicos en los que la gente no se conoce realmente y te dan una sola pieza del puzzle en lugar de dejar que veas el todo y puedas comprender el sistema entero. Esto para mí es muy satisfactorio: no ser una pieza más en el engranaje de un sistema económico más amplio sobre el cual no tienes ningún control ni tampoco una experiencia real.



¿Crees que las redes sociales de Internet pueden provocar un cambio en este sentido?

Soy muy crítico con la televisión, pero tengo sensaciones ambivalentes respecto al Internet. Creo que tiene cosas muy buenas (la participación, el acceso, tenemos más capacidad de buscar la información que necesitamos) pero también creo que está sobrevalorado y que tiene muchos fallos. Es una ilusión pensar que la información que nos llega es valiosa, porque la mayor parte es muy poco fiable y distorsionada. Y la mayor parte de nosotros -incluido yo mismo- estamos viviendo nuestras vidas cada vez más dentro de la experiencia tecnológica del Internet y la televisión. La mediatización de nuestra experiencia se ha multiplicado por mil en las últimas dos décadas debido a todas estas tecnologías que han llegado. Ya estaba bastante mal con la televisión y también con nuestra separación de la naturaleza; la mayoría vivimos en ciudades sin naturaleza y nos es difícil tener una fuente de información que no esté mediatizada, es decir, sin que nadie esté haciendo una interpretación de lo que es el mundo para nosotros. Dicen: el pueblo siente esto o aquello, según los sondeos de opinión pública. Yo digo: el pueblo siente lo que sea que les digan los medios, sólo reacciona ante la información que recibe. No es cierto al 100% porque hay gente que consigue conectar con sus intenciones y sentimientos originales, pero en general los medios dan forma a las experiencias, a los sentimientos y a los conocimientos. Estamos demasiado metidos en la realidad mediatizada y no experimentamos una conexión directa con la información que es la naturaleza. Por supuesto, también vivimos en sociedades gigantescas, con sus altos gobiernos a miles de kilómetros de nosotros, donde pasan cosas que ni siquiera sabemos, y no podemos culpar a los medios por esta realidad, que ya de por sí supone una alienación tremenda.

Para el cambio social que planteas, se requiere también un cambio psicológico, un cambio de conciencia. ¿qué crees que tiene que pasar a ese nivel?

Para mí el cambio personal tiene que ocurrir, pero no creo que el cambio verdadero de los procesos políticos o económicos nos vaya a llegar a través de un cambio de conciencia. Yo creo que el cambio de conciencia nos puede llegar a través del cambio de proceso económico, o sea, al revés. No tengo tan claro cuáles son las transiciones necesarias, si lo tuviera lo diría de forma muy específica. Pero lo que sí sé es que el cambio no es tan difícil como parece. Lo sé por mi propia experiencia: yo me dedicaba a la publicidad, se me daba bien, ganaba mucho dinero. Empecé a aprender más acerca del mundo, del medio ambiente; a través de mi trabajo participé en campañas masivas de publicidad relacionadas con la ecología y entendí muchas cosas. Cambió mi cabeza. Entonces para mí no fue nada difícil salirme del mundo de la publicidad. Dije: Vale, ahora ya no voy a hacer esto porque es obvio que es incorrecto. Vivimos en un mundo con recursos limitados y no queremos que la gente compre más cosas, ¡queremos que compren menos cosas! Cerré el negocio y fundé un agencia sin ánimo de lucro. La gente me pregunta: ¿no fue una decisión difícil? No lo fue, era muy simple. Pero el ejemplo para mí más importante es en el año 1944, cuando los EEUU se involucraron en la II Guerra Mundial a lo grande. De repente había un racionamiento muy estricto de los alimentos. La casa de mi familia tenía un pequeño jardín trasero, y por primera vez vi a mi madre entrar en esta parcela, cavar la tierra y plantar verduras. Ella nunca antes había hecho esto, pero se dio cuenta de que ya no tendríamos acceso a alimentos y en todo el barrio la gente estaba haciendo lo mismo, hasta tal punto que a esta tendencia se le puso un nombre: “victory gardens”. De repente todo el mundo tenía un huerto de la victoria, y en el plazo de unos pocos meses este jardín estaba repleto de comida, era una vista impresionante. Este fue un cambio muy profundo: mi madre, una ama de casa de clase media, nunca antes hubiera pensado en volver al trabajo con la tierra. En este momento tampoco se consideraba una agricultora, pero cultivó comida suficiente para dar de comer a su familia, salvo unas pocas cosas que compraba, y además era un ahorro sustancial del coste habitual de comprar comida. Encima se sentía bien al hacerlo; todo el barrio se sentía bien. Luego acabó la guerra, volvimos a tener mercancías, y todos dejaron sus huertos y volvieron a los supermercados, porque era lo que se suponía que había que hacer – era la tendencia, impulsada por supuesto por los vendedores y por los motores de la economía.

¿Tenemos que ir en esa dirección en la actualidad? ¿Hacer nuestro propio huerto y desconectarnos del sistema?

La gente cambia cuando las circunstancias son apropiadas para que ocurra el cambio, y cuando captan la idea de que va a ser beneficioso para ellos. Lo que quiero apuntar es que no es tan difícil como lo pintamos. Hace unos días asistí a una conferencia de una mujer hindú en Londres y me quedó grabada una frase que dijo: “Cambiar es difícil, pero no cambiar va a ser más difícil todavía.” Estoy escribiendo ahora un libro y hay un concepto que me gusta mucho y que contesta de forma indirecta a tu pregunta. En la naturaleza, existe lo que se llama la sucesión natural, que ocurre cuando este área de aquí, por ejemplo, tiene un cierto tipo de ecología, que con el paso del tiempo cambia. En unos 20 ó 30 años habrá otras especies de pájaros, de plantas, y si dejamos que siga su propio curso todo evolucionará y las formas naturales cambiarán. Nunca consideramos nuestro sistema económico de este modo: que puede haber un momento apropiado para hacer las cosas de una forma determinada y luego un momento apropiado para hacerlas de otra. Se llama sucesión económica en lugar de sucesión natural, y viene a decir que lo que pareció un sistema económico efectivo, como el capitalismo, en efecto lo fue en un momento dado pero ahora es obsoleto. Es ridículo, es inapropiado. Si lo dejamos que siga su propio curso, evolucionará y se convertirá en otra cosa porque sus bases son erróneas, ya no podemos operar con estos principios. No tenemos que hacer nada, cambiará solo. Pero podría cambiar hacia algo peor, como el fascismo o algún tipo de control muy estricto. Si queremos evitar esto, tenemos que involucrarnos e intentar construir nuevos sistemas basados en la idea de una sucesión. Si vemos el mundo como una isla entendemos que hay límites. Aquí en Mallorca se ve claramente que si vas de una punta hasta la otra hay unos recursos limitados, es lo que hay. En Mallorca, se traen los recursos de fuera porque no se puede aceptar que lo que hay tendría que bastar. Pero esto está a punto de acabar, y en el planeta pasa lo mismo. El cambio es cambio, ocurrirá tanto si hacemos algo como si no, pero el resultado puede ser mejor si nos involucramos y si influimos en ello. Si no, el resultado nos influirá a nosotros.

¿Esto se puede lograr incluyendo a las grandes multinacionales o tienen que quedar fuera?

Yo creo que las grandes multinacionales que basan su actividad en un crecimiento constante, en mayores beneficios, en cadenas de abastecimiento a larga distancia, en importación/exportación, y en la necesidad de un mercado siempre más grande con una creciente demanda de energía fósil barata, tienen los días contados. Ya no son viables.
Creo que el capitalismo puede sobrevivir, si es a pequeña escala, a nivel del mercado local o de la comunidad local. Desde luego que puede haber gente que sean



propietarios de pequeñas tiendas y empresas, y quedarse con los beneficios; no creo que esto sea un problema fundamental de ninguna manera. Así fue diseñado el capitalismo en primer lugar, en realidad: un capitalismo a pequeña escala de mercado local, y nadie podía siquiera imaginarse las grandes multinacionales. Yo creo que el capitalismo como modelo a pequeña escala puede continuar, pero el capitalismo global corporativo no puede continuar ni sostenerse.
Las grandes corporaciones podrían seguir dando tumbos unos 10 ó 20 años más hasta que el sistema empiece a colapsar de verdad, pero el modelo simplemente es obsoleto. No es consistente con la supervivencia en el futuro. ¡No es consistente con nada! ¡No puede sobrevivir, hagamos lo que hagamos! Dada la realidad de hacer negocios con el actual coste incrementado de la obtención de recursos y de la extracción de gas y de petróleo, o de energía generada con carbón o energía nuclear… va a ser muy, muy difícil sostener este tipo de producción en un futuro no muy lejano. Con energías renovables se pueden seguir manteniendo empresas, tal vez incluso a escala más grande que local, digamos a escala regional, pero las energías renovables, incluidos los biocombustibles, nunca podrán sustituir un sistema industrial con la escala que tiene ahora, ni nada parecido. Pronto no será posible, sencillamente.

¿Eres optimista?

Creo que las cosas han estado feas durante bastante tiempo, pero tampoco veo el sentido de ser pesimista. Creo que soy realista en lugar de pesimista. Para mí, es cuestión de levantarte cada mañana y hacer lo que puedas y no preocuparte más allá de eso, porque preocuparte demasiado no ayuda tampoco, ni siquiera a la causa. Mi optimismo seguramente sea una estrategia, en parte una sensación de que cualquier otra actitud es contraproducente.
El pesimismo te chupa la energía y te impide hacer cosas. Digamos que el último capítulo de la historia no ha sido escrito aún. También tengo mucha fe en los finales con sorpresa, porque creo que no puedes nunca predecir todos los caminos que aparecerán, y tampoco sabes cuándo las cosas girarán en cierta dirección.

Cómo reconstruir el sistema: ese es el gran problema al que se enfrentarán los políticos, ya que se trata de reconstruir un sistema que funcione sobre las cenizas de un sistema que ha fallado… Ya veremos, ese será el quid de la cuestión al final. En cuanto al impulso de estas ideas, opino que son relativamente nuevas y que estamos ganando velocidad. Es un movimiento bastante reciente que está avanzando y ganando apoyos con rapidez, porque hace diez años apenas existía y ahora está presente de forma significativa, y ese es un espacio de tiempo muy corto. Crece de forma visible todo el tiempo. Para mí, todo va perfecto. Va todo lo bien que cabría esperar.

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